TORMENTA
Por Pablo Martìn Favilla
Con su amigo descendieron de las montañas
hacia el barco de uno de ellos para partir.
Hacia nuevas tierras, hacia nueva sabiduría;
y bailaron agarrándose hombro con hombro
mientras vaciaban botellas de ron.
Despidiéndose de arboles y montañas
que en dulce adolescencia escalaban y trepaban.
En un anochecer cayeron profundamente dormidos.
En la media noche, el agua saltó como si ardiera;
pero eran heladas, heladas olas del océano.
Se despertó y lo vio temblar, como si lo arrancaran de su árbol.
Entre la tormenta, los truenos y el dolorido grito del viento,
el no vio a su amigo, lo sentía entre la negrura.
Y lo abrazó entre aquella posible tumba negra de cielo y mar.
El hielo y el frio resquebrajan el corazón.
“Tengo frio", se congelan.
Las olas los separaron, los truenos eran más fuertes que los gritos.
Tormenta;
un agujero negro en el alma,
la supernova dentro del corazón,
una tormenta de fuego corriendo por sus venas.
Tiembla el hueso, se congela la medula.
Fríos los pulmones.
Sus músculos fuertes quebrados por una violenta lluvia.
Y escuchó un grito imposible de oír;
como él caía al bramante océano.
Y entonces, valiente, se tiró también.
A las profundidades.
Hacia el abismo.
La visión de la Muerte con dientes de cuchillo,
que devoran cuerpos y mentes en la hórrida oscuridad inmemorable.
Como si fuera invocada por un maldito dios antiguo.
¡Entre la tormenta, los truenos y el dolorido grito del viento!
él sentía a su amigo entre la negrura.
Y lo abrazó entre aquella tumba negra de cielo y mar.
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